Desde que tengo uso de razón, recuerdo a mi padre, cámara en mano fotografiando todos los momentos importantes de nuestra vida, el día que llegué al mundo, mis primeros pasos, primeras comidas, fiestas en familia, trastadas. Y más tarde hizo lo mismo con mi hermana, y aquí yo con 5 años, ya podía coger la cámara y sacar fotos, aunque no muy derechas, pero mis primeras fotos. No os imagináis la ilusión que me hacía cuando mi padre me dejaba su cámara compactas panasonic.
Siempre nos acompañaba, y nunca se quedaba en casa. A si que rellenábamos álbumes y álbumes de fotos, más otras tantas que se quedaban dentro de una caja porque o no habían salido bien, quemadas, con ojos cerrados, descentradas. Y es que no podíamos echar un vistazo antes de revelarlas para ver cuales queríamos y cuales no.
Él, me inculco el gusto por la fotografía, el salir de casa siempre con una cámara. Aún recuerdo la primera vez que saqué mi cámara, fue en una excursión del colegio a la granja. Tenía tantas ganas por sacar fotos bonitas y artísticas que me pasé todo el día haciendo fotos a los animales. A si que de ese viaje no tengo otra cosa que 30 fotos que habían en ese carrete de animales!
Menos mal que todo a cambiado y la tecnología ha avanzado rápidamente. Ahora podemos encontrar cámaras digitales con muchísimas opciones de menú, filtros, objetivos mas profesionales e incluso formatos de cámara que se adaptan a nuestras necesidades. Las cámaras Panasonic siguen siendo de mis favoritas, me traen tan buenos recuerdos. Sobretodo el comparar nuestra primera cámara con las que hoy en día podemos encontrar.
Al igual que se han profesionalizado las cámaras, yo también he ido aprendiendo cosas nuevas, para intentar sacar fotos bonitas que gusten a mis lectoras, ya que la imagen es casi lo más importante hoy en día. Me gusta jugar con la luz, los fondos. Como por ejemplo en este post, que me gusta especialmente, precisamente por todo lo que os cuento arriba.
